martes, 27 de mayo de 2014

“Para Toda la Vida”



La observo detalladamente, cinco días a la semana, treinta y cinco horas de lunes a viernes. Siempre está enfrente de todos, siempre llamando la atención. ¿Por qué será?, tal vez porque sus ojos son unas perlas brillantes color marrón, o tal vez porque su voz es como una sinfonía para mis oídos. Podría quedarme horas hablando de lo perfecta que es.  Si tan solo pudiera tocar su piel de bebé, suave. Y es que no puedo aguantarme las ganas de platicar con ella, pero estaba pensando que tal vez nunca me habla porque le gusto. Es muy obvio, las mujeres son muy complicadas y siempre le dan pena hablar con el chico que les gusta, sabias palabras de mi amigo Félix.  Por eso espero hasta que ese momento, esos preciados segundos sucedan. El viernes,  es el mejor día de la semana, es cuando me siento enfrente de ella. Donde puedo escuchar su dulce melodía salir de sus labios. Ese olor a coco que siempre se le ha caracterizado, cómo amo el coco. 

Era un viernes, quince de marzo, caluroso con muy pocas nubes. Todo iba concorde a lo ordinario, pero después de ese día, mi vocabulario cambió la palabra ordinario a extraordinario. Cuando estaba pensando en lo bien que estaba peinada, oigo: ¿Diego me prestas un borrador por favor? Mis pensamientos se detuvieron por un instante, volteé y era ella. El mundo se detuvo por unos segundos, me estaba mirando fijamente a los ojos,  no sé cómo explicar lo que sentí en ese instante, como si fuera una conexión entre los dos.  Alegría, temor, amor, no tengo palabras para describir cómo pasé esos segundos, estando paralizado bajo el hechizo de su voz.
           
-Sí.- Respondí, casi sin aliento.

Saqué mi lápiz de la suerte, el que siempre uso en los exámenes, y se lo entregué en sus manos. Ese fue el instante cuando sentí su suave piel por primera vez, fue un masaje para mis dedos.
           

-Gracias.- Me respondió.
            -Si…de nada.- Respondí, con el poco aliento que me quedaba.

Nunca me había sentido tan satisfecho conmigo mismo, me sentí orgulloso de mí, lo había conseguido. Sonó el timbre, y comenzó el recreo. Me juntaba con Félix y Salvador, pero más con Félix porque Salvador le iba a los Pumas. Estuve platicando casi todo el recreo sobre ella. Félix es muy bueno dando consejos.

            -No te preocupes… yo siempre veo en las revistas que compra mi mamá, famosos ya bien rucos que andan con mujeres mucho más jóvenes. –Me dijo Félix.
            -¿En serio?-Pregunté.
            -Sí…hay algunos que se ven tan viejos que su novia parece su hija.-Me respondió con una carcajada.

El recreo terminó, y todos nos metimos a los salones. Estábamos leyendo la Invasión Francesa y encontré un fragmento de Napoleón Bonaparte, que decía “En la guerra, como en el amor, para llegar al objetivo es preciso aproximarse.” Ahora sabía que tenía que pasar a la siguiente fase, la plática. Estuve treinta y siete minutos pensando qué decirle, pero no se me ocurría nada. Parecía que tenía la muralla china en mi cabeza, no podía concentrarme. De pronto vi a Félix dos asientos a la derecha de mí, y escribí en un pedazo de papel arrancado de mi libreta: “¿Qué le digo?”

Me paré para sacarle punta a mi lápiz, y de camino le entregué el papel. Me fui a sentar, y cuando llegué a mi silla miré el reloj y eran las dos en punto. Me quedaban exactamente quince minutos de planeación. Volteaba a ver a Félix, pero no percibía ninguna reacción de él sobre mi mensaje. Tenía tantas ideas en mi mente, pero estaba indeciso, no sabía qué le iba decir. Podría preguntarle lo bien que se veía, su dulce olor a coco,  no podía pensar bajo la presión del tiempo.  Rasguñaba mi borrador de superhéroe de lo nervioso que estaba, abrí mi lonchera a ver si tenía guardado algo de comida para obsequiárselo, pero tal vez las mujeres tengan distintos gustos de comida que los hombres.

Me quedaban ocho minutos antes del timbre. El tiempo volaba, y no lo podía detener, tenía que hacer algo ya. No podía irme sin haber platicado con ella, y fue entonces ese momento, cuando Félix me aventó el papel. Pero pasó algo inesperado, el papel no llegó a mi mesa, sino al lugar del menos apropiado para ese momento. Era el lugar de Ramón, el único niño que molestaba, a todos le caía mal.  Le pedí de favor que me diera el papel, y como es de costumbre no me hizo caso y abrió el papel. Leyó el papel y se empezó a carcajear, yo no le encontré lo gracioso, así que le traté de quitar el papel. Se estaba burlando de mí, y de pronto mencionó el nombre de ella en voz alta, el salón quedó mudo. Antes de que acabara la oración: “ te gusta…”. Le di un derechazo justo en el pómulo izquierdo. Todos los demás se quedaron atónitos, incluyendo a ella. ¿Qué fue lo que gané? la mayor vergüenza de mi vida y un boleto a la dirección, seguramente por un reporte de conducta.

Era mi pero día, todo me había salido mal. Todo puede cambiar en cuestión de minutos. Ramón y yo nos dirigiríamos a la oficina, seguramente más avergonzado yo que él ya que el se la vive aquí cada semana.  Estoy nervioso de lo que me van a decir, voy a quedar en ridículo, y sobretodo no podré hablar con ella, este era mi día. Era viernes, tendría que esperarme tres días para volverla a ver, no podía aguantar. Mientras tanto, Ramón tenía una bolsa de hielos en su cara. A pesar del fuerte puñetazo que le di, creo que al que le dolió más, fue a mí.

Sonó el timbre, y se empezó a escuchar el bullicio de los niños saliendo de su salón. Y de pronto escucho los pasos de alguien con tacones, debe ser mujer. Era la directora, vieja y amargada, con su falda color gris. Tenía una mirada que asustaba a cualquiera, nunca antes había estado en la dirección. Empecé a sentir un pequeño sismo en mis piernas, el cual se traslado a mis manos. No puedo describir con precisión lo nervioso que estaba en ese momento.  Se sentó en su sillón de piel color negro, agarró su taza y me miró directo a los ojos.
           
-La primera vez que te veo en la dirección Diego, ¿cuéntame qué pasó?- preguntó la directora.
                                              
No podía ni hablar de lo asustado que estaba, poco a poco las palabras empezaron a salir de mi boca, pero mis palabras no tenían coherencia alguna.
           
            -Ramón empezó… le pedí que me devolviera mi hoja… y no me hizo caso.- respondí.

La directora desvió la mirada hacia Ramón. El cual no estaba para nada nervioso,  se podía decir que era su pan de cada viernes. Mientras que hablaba Ramón, se escucho el ruido de la puerta abriéndose, seguro es mi mamá, pensé. Volteé y era ella, su olor a coco la delataba, de por sí ya estaba nervioso, ahora con ella mirándome justo a los ojos, sentí que mi corazón en algún instante iba detenerse por completo.  Nos preguntaron unas cuantas preguntas, y le respondía feliz y sonriente, nunca pensé que me la iba a pasar tan bien en la dirección de la directora. Terminaron las preguntas, llegó mi mamá y me fui a mi casa. Todavía mariposas en mi estómago, me sentía tan enamorado, ahora lo único que me importaba era ella, era mi razón de ser, aunque en realidad no sabía lo que significaba en esos tiempos.

Pasó el fin de semana en un abrir y cerrar de ojos. Llegó el lunes y pensé que tendría una nueva chance de platicar con ella. Pero no todo salió concorde al plan. Entré al salón platicando con Félix, y vi a una señora sentada en su lugar. Era una señora grande, pelo anaranjado, tenía lentes y a primera vista parecía ser una persona tranquila. Pero debo decir que fue uno de los peores lunes de toda mi vida. Nos dijo iba ser la substituta por unos días. La semana comenzó con el pie izquierdo. La clase era más aburrida que ver un partido de los Pumas, y mira que son aburridos. Pasó el lunes, luego el martes, todos en la clase estábamos harto de la substituta. Hasta que a mi se me prendió el foco, dialogué con Félix durante el receso sobre el plan que tenía en mente. La única manera en la que pueden correr a la maestra es hacerle saber a la directora lo mucho que la odiamos.

Era un miércoles en la escuela, era un día nublado. Entramos al salón y hasta atrás de todas la mesas estaba un pequeño pizarrón con pequeñas tachuelas. La maestra se levantó de su asiento, y le avisó al salón que iba ir a la oficina por unas copias. Ese fue el momento perfecto para realizar el plan. Salió del salón, y me levanté lo más normal del mundo de mi asiento, fui por unas cuantas tachuelas del pizarrón de atrás. Me acerqué al asiento de la substituta, y coloqué las cinco tachuelas en la silla. Regresé a mi lugar, y esperé el momento de la verdad. Me puse a platicar con Félix por un rato, y le recordé que no dijera nada acerca de las tachuelas, calladito se veía más bonito, aunque la verdad estaba bien feo el pobre. Entró la señora, agaché mi cabeza, esperé el sonido de la victoria. Pero esperé, y no pasaba nada, me alcé y vi a la substituta observando su silla. Plan fallido, y lo pero de todo es que llegó la psicóloga, y empezó a entrevistar a cada uno de nosotros hasta que se revelara al culpable. Yo estaba muy nervioso, sabía que esto era grave, volteé a ver a Félix y le señale con mi dedo índice que no dijera nada. Sonó el timbre, y seguíamos en el salón, estábamos perdiendo tiempo de receso. Mis manos estaban bañadas de sudor, yo ya quería irme a comer  mi deliciosa torta de jamón. No pude más, me levanté y salí del salón a donde estaba la substituta y la psicóloga. Me entregué, no sé porque pero las lágrimas empezaron a salir de mis pupilas, tal vez fue de los nervios o simplemente la frustración de no poder verla nuevamente, la extrañaba.

Y sí, tenía razón, era grave y así fue, me suspendieron tres días. Por un lado estaba contento de no tener que ver a la substituta ruca, pero por el otro no podía dejar de pensar en ella. Jueves, viernes y lunes de suspensión, y finalmente fui el martes. Entré al salón platicando con Félix, y olí la fresca fragancia de coco. Ahí estaba ella, sentada en su silla, con su pelo ondulado color marrón, toda una hermosura. Pero no todo iba ser hermoso ese día. Se sentaron todos, y la clase comenzó. Ella se levantó de su asiento, tomó lista, y tomó el suspiro más hondo que presenciado. Sabía que algo no estaba bien.
           
-Niños, les tengo una buena y mala noticia, ¿cuál quieren primero?- preguntó.

Tenía razón, esto no pintaba bien.
           
-La mala.- el salón respondió.
Tomé un respiro hondo para enfrentar lo que se avecinaba.
           
            -Me voy ir a vivir a Canadá.- respondió la maestra, con un tono triste.
El salón se quedó sin palabras, hasta se podía escuchar el viento de afuera. Yo no podía creerlo,  todo un sueño, una razón por la cual luchar, destruida en una sola oración.
           
            -La buena es que van a tener al Profesor Claudio.- dijo ella.
No sabía si lo que estaba pasando era real, la idea de que se iba ir todavía no la procesaba en mi mente, la verdad no sabía si no podía o no quería. Creo no podía llorar de lo triste y decepcionado que estaba. Pero todavía quedaba tiempo de convencerla para que se quedara, o al menos más tiempo para estar con ella. Toda la semana faltó, porque tenía asuntos con la mudanza y otros por resolver. Hasta que el viernes llegó en medio de la clase, el salón se puso de pie para despedirse de ella. Casi todos con lágrimas en su cara.

Me levanté de mi asiento, caminé lentamente hacia donde estaba ella, y le pregunte: “¿Cuando vas a regresar?”
           
            -Pronto Diego, pronto… te lo prometo.- me respondió llorando.


Lo más triste de todo es que nunca perdí la esperanza de poder volverla a ver. Quizá se olvido de mi, o tal vez ha estado muy ocupada que no ha tenido tiempo de visitarnos. Pero nunca voy la voy a olvidar, era tan perfecta. Fue entonces cuando me di cuenta que el amor es traicionero, pero no me arrepiento de haberla conocido. Hay veces que vas a tener que arriesgar tu corazón, y está ha sido la única que ha valido la pena. A pesar de no ser nunca el definitivo, el primer amor perdura para toda la vida.

lunes, 5 de mayo de 2014

"Mi Último Viaje"


Qué extraña sensación tengo, escucho un bullicio a mi alrededor. Veo borroso, cada segundo veo más obscuro. Siento que me muevo, pero sin mover un dedo. De pronto, siento algo en mi brazo, como un piquete de mosco, poco a poco me voy perdiendo en mis pensamientos. Cada vez se me nubla más la vista, no alcanzo a percibir las luces que me rodean. Me pregunto: ¿Acaso estoy soñando? Tengo una extraña sensación, como si estuviera flotando en el espacio, veo las estrellas girar a mi alrededor. De repente, todo se obscurece, como si hubiera caído una manta negra justo encima de mí, no veo nada. Solo alcanzo a percibir una ligera sombra  a la distancia, tiene forma de persona, empiezo a preguntarle cosas:
-      ¿Estoy soñando?, ¿quién eres tú y en dónde estoy?
La sombra no me responde, pero se sigue acercando a mi.
-       ¿Qué hago aquí, quién eres?, pregunto.
Pero no oigo respuesta alguna, estoy confundido y a la vez, con un poco de miedo. Volteo para buscar a la sombra, pero ya no está, se ha ido. Empiezo a escuchar unos gritos, estoy casi seguro que los había escuchado antes.  Se escucha más fuerte la voz, y recuerdo que la voz provenía de mi maestra. Me encuentro en mi salón de clases, estoy en primaria, ¿acaso regresé a mi pasado? No entendía lo que estaba pasando, no sé si era un sueño o un recuerdo. Lo que sí sabía, era que todo parecía real, mis amigos, las mesas, el pequeño pizarrón verde. Me siento como un fantasma, como si no estuviera ahí. De todas  maneras, estoy feliz de estar de vuelta con mis amigos, podía ver  a Gabriel y Mario al otro lado del salón. Me alegro de volver a verlos, justo cuando me paro de mi asiento para ir a platicar con ellos, suena el timbre de la escuela.
Siento como si el tiempo pasara mucho más rápido. Es hora de recreo, salimos todos a jugar futbol, yo siempre soy el portero. Nunca me meten goles, ya que la portería es pequeña. Aunque está el sol radiante, siento un poco de frío, tal vez es un escalofrío. Viene Juan a cobrar el penal, tira y lo detengo, justo cuando caigo al piso, mi cabeza rebota contra el suelo bruscamente. Me quedo en el suelo varios minutos, vuelvo a sentir la misma extraña sensación que antes. Escucho un bullicio a mi alrededor, pero no quiero abrir los ojos porque me da pena que vean mi cara con un gesto de dolor. Se disminuye el dolor, y simultáneamente se quita el bullicio, ahora todo es silencio.

Abro los ojos, me encuentro solo en la obscuridad, empiezo a ver la misma sombra que antes. Estoy confundido, no sé que está pasando. Siempre cuando tengo miedo, pienso en mi madre, de pronto aparezco en mi cama. Escucho la voz de mi madre decir:
-      Hijo, ya levántate se te va ser tarde para la escuela.
Estoy en mi casa de nuevo, tanto tiempo sin verla, sigue igual de fea, pero igual de acogedora. Me levanto de mi cama y bajo a desayunar los huevos rancheros, que son la especialidad de mi mamá. Me siento en la mesa de la cocina, y alcanzo a percibir la voz de mi papá. Siempre en su oficina hablando por teléfono por su trabajo. Prendo la televisión, y está en el canal deportivo, veo el resumen del futbol. Acabo mi desayuno y me voy corriendo a la esquina de mi calle, para alcanzar al camión que pasa todos los días a las seis de la mañana. Apenas alcanzo el camión, y me siento donde siempre, en el último lugar del lado derecho. Me pongo mis audífonos, los conecto a mi reproductor MP3, y empiezo a escuchar música. La escuela está a quince minutos de mi casa, es hora de la pequeña siesta. En el transcurso del camino, empiezo a sentir frío. Meto mis manos en los bolsillos, pongo mi mochila como almohada y me quedo dormido.
 Estoy soñando de nuevo, vuelvo a estar con mi vieja amiga, soledad. Vuelvo a escuchar la voz de antes:
-      ¿Lo estás disfrutando?
Me da otro escalofrío, siento que mi sangre se congela, mis músculos se paralizan. Es la misma sombra. Me pregunta cosas que apenas alcanzo a percibir.
-      ¿Me recuerdas?, soy tu viejo amigo. Siempre he estado junto a ti, solo que tú no me haces caso. Por eso te invité a este viaje.
-      ¿Cuál viaje?, ¿no estoy soñando?.- pregunto muy confundido.
Todo es obscuridad, solo escucho la voz de mi viejo amigo. Siento su presencia cerca de mi, como si estuviera dentro de mi cuerpo. Y luego escucho su voz grave decir:
-      Estás en el último viaje de tu pobre y miserable vida, el que todos tenemos que pasar.
Me pierdo en sus palabras, no encuentro palabras para responderle, como si se me hubiera olvidado cómo hablar. Siento un hueco grande en mi interior, un vacío enorme yace dentro de mi. Y de pronto, pienso en ella, la mujer más hermosa del universo. Recuerdo su dulce aroma, cabello castaño, ese vestido rojo con el que nos conocimos. Se me vienen tantos recuerdos a la mente que ya no sé en qué pensar, me bloqueó. Aprieto mis ojos, respiro hondo, cuento hasta tres para abrir los ojos. Uno, dos, tres… de pronto escucho a un grupo de personas decir:
-       ¡Sorpresa!
Me quedo atónito, estoy en la casa de mi tío Jaime. Está toda mi familia. Veo a mi primo Rodrigo, mi tía Lupita, y entre tantas caras conocidas la vuelvo a ver, con su vestido rojo brillante. Sus ojos brillan como dos diamantes, el mismo aroma de siempre, labios sensuales y suaves. De pronto veo un pastel, tiene mi nombre marcado, con el número treinta y siete. Empiezan a sonar las mañanitas, me quedo confundido, no sé si esto está pasando en verdad. Esto ya lo viví, solo lo estoy reviviendo, estoy como inconsciente y consciente a la misma vez. Volteo a ver a los invitados, y entre la multitud lo encuentro de nuevo, se me queda viendo, sus ojos negros con una mirada intimidante. No lo recuerdo haberlo visto antes, acaso era un nuevo invitado, o será que ya estaba ahí y no me había percatado. Escucho su voz.
-       Felicidades, ¿qué se siente cumplir treinta y siete años por segunda ocasión?
Vuelvo a sentir ese mismo escalofrío de antes, siento que mi sangre deja de fluir, mis músculos se contraen y cuando me doy cuenta que todo es obscuridad. Sé que está junto a mí, mirándome disfrutar nuestro último viaje. No sé qué sigue, cuál es el próximo destino, pasan los minutos y no sucede nada. Empiezo a escuchar una balada a lo lejos, va aumentando su volumen. La reconozco, la música empieza a fluir en mis venas, mil notas dentro de mi, pura felicidad en mi interior.

Mi cuerpo se balancea al ritmo de la música, como si estuviera bailando. Se me vienen a la mente varios recuerdos, esta canción, la escuché en la boda de mi hermano Santiago. De repente, estoy en la pista de baile, veo a todas las personas bien vestidas, con traje, vestido. Estoy sentado justo enfrente de la pista, veo a todos bailar, suena la misma balada que recordé. Y entre toda la multitud, se me viene un aroma peculiar. Volteo a buscar de dónde proviene ese exquisito olor. Me paro de mi silla, y de pronto la veo. Pelo castaño, sus labios color manzana, y ese vestido rojo radiante, que iluminaba toda la pista de hermosura y perfección. La agarro de la cintura, tomo su mano, y bailamos al ritmo de la canción. La ocasión es perfecta, no quiero que ninguna palabra se interponga en este momento. La balada llega a su fin, aplausos y gritos de alegría y felicidad se escuchan. Estoy feliz, no tengo descripción alguna para este momento. Son instantes en los que no quieres que acaben. Lo único que deseas es que pase lento el tiempo, y volver a vivir estos momentos una y otra vez. Empiezo a sentir un poco de frío, no puedo moverme, y en ese momento lo veo. Vestido todo de negro, al parecer le gusta ese color, es mi viejo amigo. Creo que la está pasando bien al parecer, al igual que yo.  Creo que lo único que me faltaba de mi vida era volver a vivir estos momentos inolvidables que siempre quedan en la memoria. La vida ha sido una gran oportunidad de gozar estos instantes que uno no los valora hasta que los vuelve a recordar y que mejor que volverlos a vivir.

Tal vez no había dado cuenta, o solamente no quise darme cuenta de lo hermoso que es la vida. Uno vive tantos momentos increíbles que no puede recordarlos todos. Creo que no tengo ni tendré algo con que agradecerle a la vida, por todo lo que me ha brindado. Un simple gracias no bastaría.
-       ¿Ya acabaste tu discurso conmovedor? - pregunta mi viejo amigo.
Volteo a verlo y justo cuando lo miro directo a los ojos, todo se vuelve obscuridad. Grito, me enfurezco con él, ese momento tan perfecto que estaba reviviendo se había ido.
-       ¿Acaso crees que con un simple gracias, bastará para pagarle a la vida todo lo que ha hecho por ti?, estás muy equivocado viejo amigo, no todo en tu vida es felicidad.     - me dice el hombre vestido de negro.
De tanto enojo empiezo a llorar, nunca me había sentido así de mal, excepto una vez. De pronto, estoy en un velorio. Dejo caer algunas lágrimas con sabor a tristeza. Está toda mi familia alrededor, siento que me abraza alguien. Es mi madre, está llorando como una niña pequeña. Había perdido a la persona más importante de mi vida, el que me enseñó a caminar, el que me dijo como tenía que enfrentar la vida sin temor al fracaso.
Se me viene a la mente una frase de mi padre: “Si no vives la vida como si fuera la única que puedes tener, entonces mejor no la vivas.” Me siento culpable por no haberle hecho caso, no me siento convencido de la vida que tengo. No he hecho todo lo que he querido, todo por el miedo a fracasar, como mencionó mi padre. A veces pienso todas las veces que quise hacer algo y no lo hice por el miedo a las consecuencias que conllevaba esa decisión. Por no sentirte incómodo, por pena, simplemente por ser diferente a los demás. Tal vez decepcioné a mis padres en varias ocasiones, pero ellos nunca se rindieron, siempre estuvieron ahí, junto a mí.
-       Al igual que yo, solo que nunca te diste cuenta. Solo ves lo que quieres ver, pura felicidad, nada malo. - Exclama mi viejo amigo.
Empiezo a reflexionar. Mi vida no la he vivido como si fuera la última, no he sacado lo mejor de mí. Es por eso que estoy recordando todos estos grandes momentos de júbilo y felicidad.  Para hacerme sentir alguien importante aunque no lo sea, pero estos recuerdos me hacen sentir una persona especial. Tal vez he cometido algunos errores en mi vida, pero sé que todos cometemos equivocaciones y tenemos mucho tiempo para reponerlos. A veces no valoras las oportunidades, momentos, seres queridos que tuviste hasta que los pierdes o los olvidas. Este viaje ha sido especial para mí.
-       Ya estamos llegando al final de nuestro viaje, mi amigo, creo que solo nos queda un lugar más por visitar.-Me dice mi viejo amigo.
Todo se ilumina, ahora en vez de obscuridad, todo es luz, radiante y blanca. Estoy acostado, no puedo moverme, la luz proviene de de una lámpara enfrente de mí. Escucho una voz, no sé de quién es, me siento mareado. Veo todo desenfocado, apenas y puedo percibir los colores de mi alrededor. Cierro y abro los ojos para ver si no es otro sueño. Se va la luz de enfrente, y veo la cara de un señor con barba y con poco cuero cabelludo.
-       ¿Cómo te sientes?, ¿te hizo efecto la anestesia, verdad? - pregunta el hombre con barba.
Al parecer es un doctor, ya que trae puesta su bata blanca, y sus lentes, típico atuendo de un doctor. Siento algo en mi brazo, volteo y es el tubo del suero inyectado en mi antebrazo. No sé que pasó, pero tengo el presentimiento que estoy en un hospital. Luego, el doctor me explica que tuve un paro cardíaco, es por eso que estoy recostado en urgencias.
-       Tuvimos que actuar rápido, por un momento pensamos que te habíamos perdido ya que hubo un instante en el que tu corazón no bombeaba sangre. Por suerte, reaccionaste y tu corazón, volvió a funcionar.- dice el doctor.
No tengo aliento para poder agradecerle, estoy impactado. Un paro cardíaco, y todavía no había vivido lo suficiente. Tal vez la vida me dio otra oportunidad de vivirla como si fuera la última vez. O solo fue suerte, algo que nunca me ha favorecido en los últimos años. En lo que me calmaba un poco, veo entrar a mi querida mujer y mis tres hijos. Veo en sus caras, angustia y preocupación, espero que sea por mi.

Me preguntan cómo estoy, les respondo con una sonrisa, he estado mejor. Aunque ya estén grandes mis hijos, nunca se les va quitar lo sentimental, y a eso me refiero a lo llorón. Les doy un fuerte abrazo, aunque no pueda levantarme mucho de mi cama. Les digo que todo va salir bien, que no se preocuparan ya que estás cosas pasan en la vida cuando menos te lo esperas. Mi cuerpo está muy débil, mis músculos no me responden, me siento cansado y viejo. Pero mi corazón siempre estará fuerte y joven cuando esté cerca de ustedes. El doctor les dice que se tienen que retirar de la sala, ya que necesito un poco de descanso, aunque ya haya tenido mucho durante los últimos años. Entonces antes de que se fueran, les digo a mis hijos:
-       Escuchen bien, y que no se les olvide una cosa, la vida puede ser dura y mala con ustedes. Así es la vida, un día anda de malas y a veces de buenas. Van a tener momentos en los que van a caer, pero cuando caigan no se rindan, así aprendemos. Pero ustedes pueden lograr todo lo que se propongan, disfruten cada momento de su vida. “Si no vives la vida como si fuera la única que puedes tener, entonces mejor no la vivas.”
Me dieron un fuerte abrazo y se marcharon de la sala. Mi mujer me dio un beso, y ese aroma perfumó toda la sala. El doctor apaga la luz, y todo se obscurece. Cierro los ojos, y vuelvo a pensar, todos los grandes momentos que viví. Lo vuelvo a ver, mi viejo amigo, esperándome para irnos.
-       El viaje terminó, espero que te haya gustado, porque a muchos que he invitado no les ha gustado.- dice mi viejo amigo.
Siento una paz interna, me siento tranquilo y satisfecho. Le agradezco a mi viejo amigo, por llevarme de vuelta a mis recuerdos más íntimos. Tal vez me haya quedado con las ganas de comerme unos últimos ricos tacos al pastor antes de partir, pero a veces la vida no te puede dar todo. Empiezo a sentir que mi sangre deja de fluir, no puedo mover ningún músculo, escucho poco a poco como los latidos de mi corazón empiezan a disminuir. No tengo palabras para describir este último momento en el que me siento aliviado y tranquilo por primera vez en mi vida. Cuando sientes que todo ha valido la pena vivir, cuando sabes que el destino de la vida la moldeaste tú mismo, y si te dieras cuenta que al fin y al cabo, todo lo que hiciste no valió para nada.
Aléjate de las cosas o las personas que no te dejan disfrutar, la vida es muy corta para estar con tontos. Yo no he muerto, vivir en el corazón de 
los que dejamos atrás no es morir. Por eso te vuelvo a repetir algo que un loco llamado Einstein dijo:
"Hay dos formas de vivir tu vida: primero, pensar que nada es un milagro y la otra es pensando en que todo es un milagro".