jueves, 11 de mayo de 2017

El Umbral del Poeta

¿Qué me ves cabrón?— le pregunto al güey de negro. Pero este ni se inmuta. Sigue fumando su cigarro en la esquina del cuarto blanco. Me mira fijamente, mas no dice ni madres. Lo ignoro y vuelvo a lo mío.

—¿En qué me he convertido? Si pudiera empezar nuevamente a un millón de millas de aquí, me conservaría a mí mismo.— escribo en mi libreta de ideas rotas.

 Cuando estás lejana, sueño un horizonte falto de palabras. Y yo sé que siempre estás ahí.—me interrumpe la risa del cabrón de negro.

—¿De qué te ríes?—.

El hombre exhala el humo gris.

—¿Por qué son tan mentirosos?—responde con voz como del pinche negro que sale en todas las películas.

Tira la colilla al suelo, y se acerca a mí. Pareciera que sus zapatos pesan un chingo, porque cada paso que da se escucha cabrón en todo el cuarto. No logro enfocar su rostro, pinches anteojos no sirven de nada. Sólo veo una silueta negra que crece.

—¿Es para tu próxima antología de cuentos?—me pregunta al tomar mi libreta.

Me quedo atónito, no sé quién chingados es, pero sospecho que él sí sabe quién soy. Las gotas gordas empiezan a invadir mi frente. Mis labios se convierten en desiertos. Mi motor empieza a echar humo.

—Sí, ya casi lo termino.—respondo con lo que me queda de aliento.

—Y, ¿por qué te robas versos de otros poetas y de canciones?—.

Frío. Mis manos se entumecen, mi motor se acelera. Un flechazo al corazón del poeta.

—Escribe esto.—Me regresa mi libreta.

—¿Qué?—pregunto pasmado.

La brisa del mar en un lugar distante. Las gélidas tierras del norte, donde el suelo es tapizado por una alfombra blanca. La arena tostada por el sol, en un caluroso ambiente rodeada de montañas que se desvanecen con el soplido del viento. En ninguno de estos destinos encontré el silencio, el silencio absoluto.—recita con su pesada voz.

—¿Estás escribiendo?—.

Asiento mientras redacto sus palabras.

Aquel momento en el cual el tiempo se paraliza, los muros se alzan en el oculto reino de tu conciencia. Estando despierto o dormido, en el receso de tu mente, donde tus recuerdos y memorias se fugan. El silencio que uno no puede distinguir entre la soledad de una vida en la cual no hay amor y el temple encontrado en un mirar de estrellas en una cálida noche en el Oeste.

Empiezo a dudar si este güey es Paulo Coelho disfrazado de pinche dementor.

¿Quién habla en nombre de nuestra alma?—.

—¿Me estás preguntando?—.

—El silencio—responde, y sigo escribiendo.

Para encontrarlo debes dar el primer paso. Aventurarte en la obscuridad, dejando atrás tus inhibiciones, tus miedos. Entonces, una vez estando inmerso en el silencio, despertarás en el imaginable mundo de lo desconocido... el abismo.— finaliza la palabra y fuma su cigarro.

Termino de escribir en la libreta.

Es hora de irnos.me dice con una calma que relaja mi alma.

Empiezo a sentir el frío en mis venas, se nubla mi visión y la sombra me consume. Abro los ojos y veo al cabrón de negro, este abre una puerta de cristal.


Bienvenido al umbral, poeta.

                                  Salvador Dalí, "The Angelus".