Hoy en día, aquellas personas que van al cine a ver
una película de horror o terror, que para muchos ambos géneros son sinónimos,
están mal acostumbrados a que las cintas de dichos géneros se mantengan con la
línea narrativa recurrente del asesino psicótico ("Viernes 13", "Halloween"), el
muñeco que es poseído por el chamuco ("Annabelle", "Chucky") o la familia que se
muda a una casa embrujada ("El Conjuro", "Actividad Paranormal").
Primero que nada, cabe mencionar que el género de
terror es en varios aspectos muy diferente al género de horror. Entrando en la
categoría de terror, películas traten un miedo extremo ante determinada
situación o suceso, dicho miedo suele ser real y nada sobrenatural. En su
contraparte, los filmes de horror abordan en sus historias la presencia de
elementos que no tienen explicación racional, y en algunos casos el mismo horror
no está relacionado con el miedo.
Dejando a un lado este corto breviario, el
cineasta Robert Eggers dio de qué hablar a los críticos de los distintos
festivales de cine, después de proyectar en la pantalla grande su ópera prima,
“La Bruja”, una cinta de horror muy bien lograda. El filme toma lugar en Nueva
Inglaterra en el año 1630, y narra la historia de una familia de puritanos que
vive en total aislamiento de la comunidad después de haber sido excomulgados de
su iglesia. El matrimonio colono cristiano y sus cinco hijos viven los límites
de un bosque en el cual yace un mal sobrenatural.
El horror nace recién empezando la cinta, cuando
Thomasin (Anya Taylor-Joy), la hermana mayor, pierde de vista a su hermano
Samuel, quien desaparece sin dejar rastro alguno. Tras este lamentable suceso,
las vértebras de la familia empiezan a quebrarse. La chica será víctima de un
trato acosador de su madre, la burla de sus hermanos pequeños y la familia
empezará a sospechar que han sido maldecidos de brujería que creen firmemente
que es debido a que han pecado y desobedecido los mandamientos dictaminados por
su dios religioso. Es así que surge la tensión la cual nos mantiene al filo de
la butaca durante los noventa minutos de la película.
Eggers hace un excelente trabajo en moldear una cinta
que logra conjuntar lo mejor de las partes que componen a un trabajo
cinematográfico. Comenzando con un diseño de producción que nos mantiene
inmersos en la historia, creando una sensación de misterio e inquietud desde el
bosque hasta el corral de cabras. La fotografía logra capturar esa visión que
pretendía alcanzar el director, dando una noción de abandono y aislamiento en
un lugar donde yace maldad. La sonorización de la cinta es impecable, con un
diseño sonoro que con los mismos silencios te evocan miedo y suspenso. Y la
banda sonora, que al escuchar esas frías y desconcertantes cuerdas sin duda alguna
llegan a retumbar tu interior.
“La Bruja” es un filme de horror muy bien realizado,
que tiene la capacidad de ser bella y a la vez perturbadora, al lograr
crear esa sensación de temor en el espectador en objetos mundanos o animales
que no suelen imponer nada de miedo. Robert Eggers intensifica los escalofríos
con aspectos que muchas veces son fundamentales en el desarrollo de una
película, y en reiteradas ocasiones cintas del género las olvidan por completo.
Es un filme de horror el cual se eleva por encima del
género, y es tan espeluznante que te hará helar la sangre.