Todo marchaba en
orden a pesar de la complicada situación económica y la inestabilidad política
de esos tiempos, hasta que Gustave comete un serio robo. Una valiosa pintura renacentista
de una de sus muchas amantes, pero en éste caso la mujer ya había fallecido.
Después del velorio las cosas se alteran ya que gran parte de la fortuna de la
señora se lo deja al Sr. Gustave, que cabe destacar que la señora difunta tenía
mucho dinero. La familia de la fallecida no está dispuesta a ceder en su
empeño, y aparece la imperiosa necesidad de encontrar al ladrón y de alguna
manera deshacerse de él. El elenco que logra reunir Anderson es increíble,
Edward Norton, Adrien Brody, Bill Murray, Willem Dafoe, entre otros que podría
seguir mencionando y destacar su actuación.
Anderson, como es
habitual de él, nos vuelve a crear un mundo surreal donde parecería que estamos
viendo un “cartoon” o una de las películas mudas de principios del siglo XX. Una comedia muy divertida, la cual Anderson
mantiene con los mismos principios
narrativos desde que hizo “Academia
Rushmore”, es decir, la dictadura del plano fijo vertical, rima continua de
colores y sonidos, el genial juego continuo entre el relato hablado y el
estrictamente cinematográfico. Cabe mencionar el exquisito guión de Wes
Anderson y la sublime actuación de Ralph Fiennes y como mencioné anteriormente
el muy buen trabajo técnico que suele darnos Anderson. “El Gran Hotel Budapest” se desarrolla con una fluidez de esas aventuras cinematográficas que ya no vemos tan seguido, donde se sitúan
terrenos desconocidos y que aún semejaban una especie de hogar. Los paisajes,
las actuaciones, los diálogos, la fotografía simétrica, y la excelsa dirección, juntos forman
una hermosa sinfonía convertida en una fascinante película.
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